Yo lo descubrí gracias a esa mítica tienda de discos pucelana llamada Villalar. Una institución cultural de los 70s en una ciudad que se sacudía a duras penas los lodos franquistas. Tu ibas a esa tienda y entre montañas de discos había un vendedor, José Ignacio se llamaba, creo, que en dos o tres visitas ya sabía el tipo de música que te podía ofrecer. Pero además oíamos mucha música que convertía mis jóvenes oídos en insaciables esponjas musicales. Nunca le estaré suficientemente agradecido.
Pues ahí iba yo con mi disco de Jim Croce (año79), de preciosa portada, camino de casa. Cuando lo empecé a escuchar (Bad Leroy Brown era la primera) me atrapó y no me ha soltado. ¡Y que baladas! en fin, una joya prematuramente desaparecida como tantos y tantos.
Sesenta años desde su muerte y sigue sonando entrañable, fresco y poseedor de una voz acariciante ypersonalísima. Así son los grandes
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